Fachada de la galería. Marzo 2017.
Manu Uranga. Vista de sala.
Manu Uranga. Barandilla. 2017. 140 x 140 x 10 cm. Barandilla de hierro.
Manu Uranga. Vista de sala.
Manu Uranga. Vista de sala.
Manu Uranga. Deshidratada cero. 2017. 97 x 88 x 25 cm. Materiales varios deshidratados al vapor y resina de poliéster.
David Martínez Suárez. Vista de exposición.
David Martínez Suárez. Cierva. 2017. 140 x 35 x 23 cm. Peana de acero, imagen impresa y cierva de cerámica.
David Martínez Suárez. Columna. 2017. 42 x 20 x 20 cm. Hormigón, resina y cristal.
David Martínez Suárez. Vasar. 2017. 110 x 38 x 38 cm. Construcción de madera, vasos de cristal y marco de cristal con fotografía.
David Martínez Suárez. Cabeza de ciervo. 2016. 50 x 130 x 46 cm. Construcción en acero y cuernas de ciervo.
David Martínez Suárez. Reposo. 2016. 40 x 25 x 28 cm. Construcción en acero inoxidable y vasos de cristal.
Lorea Alfaro & Jon Otamendi. Vista de exposición.
Vista de exposición
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Información
FONDO ANIMAL
Lorea Alfaro, David Martínez Suárez, Jon Otamendi y Manu Uranga
Del 25 de marzo al 20 de mayo de 2017
Es una estrategia de aquellos que escriben empezar comentando la dificultad que se siente a la hora de escribir un texto que se resiste. Más que una estrategia, es una táctica para poder empezar por algún sitio. La estrategia es una causa; la táctica, una consecuencia. Reconocer esta dificultad como un primer anclaje para un soporte que todavía no existe. El texto es un proceso de resistencia de la palabra. O la confirmación de un fracaso latente: el del lenguaje en relación a aquello de lo que se quiere hablar. Más aún si el texto se refiere a algo que rápidamente resumimos como arte, donde se entiende que el lenguaje es otro. O donde el lenguaje tendría que ser otro. No la palabra. Aunque esta aparezca continuamente y dando lugar a múltiples sospechas, sobre todo cuando unos (los que no somos artistas) escribimos de otros (que sí son artistas). O cuando el discurso se impone a las prácticas, prevaleciendo sobre ellas . La sensación de fracaso del texto en arte, al menos en mi caso, deriva de esta doble desconfianza hacia la palabra. Una es propia, la otra es ajena.
No es la primera vez que David, Manu, Lorea y Jon trabajan juntos. De hecho, esta exposición que ellos han decidido llamar Fondo Animal parte de una situación previa que también me sirve como primer punto de anclaje a la hora de acercarme a su trabajo de manera individual. Se trata de MLDJ, un proyecto común que los cuatro pusieron en marcha entre abril del 2010 y mayo de 2011 en Bilbao. Como ellos mismos cuentan en HAZ, una publicación que hace de documento para lo que no se puede documentar -la experiencia- , MLDJ nació con la intención de activar una situación en la que la producción artística partiese de los propios artistas, gestionando y asumiendo todas las fases de
organización del proyecto. La exposición colectiva como instrumento y no como fin en sí mismo. El proyecto como lugar de encuentro para diferentes participantes de un contexto artístico. Sin la necesidad de un tema común, tan sólo la propia práctica. La temática parece haberse convertido en el gran dogma del comisariado, convirtiendo con frecuencia las obras en notas a pie de página de un texto de sala. La acción colaborativa por encima de la identidad colectiva. MLDJ fue un proyecto que no pretendía ser una apología de lo colectivo del proceso ni la creación de una identidad, que siempre transporta el peligro de la marca. Para ellos, tanto el proceso creativo como la percepción son individuales. A mí siempre me ha molestado la superioridad moral de lo colectivo con respecto a lo individual, si bien entiendo lo individual como la suma de muchos otros en un mismo punto que no siempre pueden o necesitan ser nombrados. Cómo también me incomoda el hecho de que cierta celebración de lo colectivo tiende a priorizar tanto el proceso y el método que llega a desentenderse de sus efectos materiales y formales. De la importancia del resultado. De que el proceso tenga un propósito, aunque este sea una herramienta para el primero. Aunque desde hace tiempo pienso en cómo el arte activa formas de colectividad no explícitas o activamente conscientes. Ya sea a través de intereses comunes entre personas que no se conocen entre sí, como a través del objeto (artístico)
FONDO ANIMAL
Lorea Alfaro, David Martínez Suárez, Jon Otamendi y Manu Uranga
Del 25 de marzo al 20 de mayo de 2017
Es una estrategia de aquellos que escriben empezar comentando la dificultad que se siente a la hora de escribir un texto que se resiste. Más que una estrategia, es una táctica para poder empezar por algún sitio. La estrategia es una causa; la táctica, una consecuencia. Reconocer esta dificultad como un primer anclaje para un soporte que todavía no existe. El texto es un proceso de resistencia de la palabra. O la confirmación de un fracaso latente: el del lenguaje en relación a aquello de lo que se quiere hablar. Más aún si el texto se refiere a algo que rápidamente resumimos como arte, donde se entiende que el lenguaje es otro. O donde el lenguaje tendría que ser otro. No la palabra. Aunque esta aparezca continuamente y dando lugar a múltiples sospechas, sobre todo cuando unos (los que no somos artistas) escribimos de otros (que sí son artistas). O cuando el discurso se impone a las prácticas, prevaleciendo sobre ellas . La sensación de fracaso del texto en arte, al menos en mi caso, deriva de esta doble desconfianza hacia la palabra. Una es propia, la otra es ajena.
No es la primera vez que David, Manu, Lorea y Jon trabajan juntos. De hecho, esta exposición que ellos han decidido llamar Fondo Animal parte de una situación previa que también me sirve como primer punto de anclaje a la hora de acercarme a su trabajo de manera individual. Se trata de MLDJ, un proyecto común que los cuatro pusieron en marcha entre abril del 2010 y mayo de 2011 en Bilbao. Como ellos mismos cuentan en HAZ, una publicación que hace de documento para lo que no se puede documentar -la experiencia- , MLDJ nació con la intención de activar una situación en la que la producción artística partiese de los propios artistas, gestionando y asumiendo todas las fases de
organización del proyecto. La exposición colectiva como instrumento y no como fin en sí mismo. El proyecto como lugar de encuentro para diferentes participantes de un contexto artístico. Sin la necesidad de un tema común, tan sólo la propia práctica. La temática parece haberse convertido en el gran dogma del comisariado, convirtiendo con frecuencia las obras en notas a pie de página de un texto de sala. La acción colaborativa por encima de la identidad colectiva. MLDJ fue un proyecto que no pretendía ser una apología de lo colectivo del proceso ni la creación de una identidad, que siempre transporta el peligro de la marca. Para ellos, tanto el proceso creativo como la percepción son individuales. A mí siempre me ha molestado la superioridad moral de lo colectivo con respecto a lo individual, si bien entiendo lo individual como la suma de muchos otros en un mismo punto que no siempre pueden o necesitan ser nombrados. Cómo también me incomoda el hecho de que cierta celebración de lo colectivo tiende a priorizar tanto el proceso y el método que llega a desentenderse de sus efectos materiales y formales. De la importancia del resultado. De que el proceso tenga un propósito, aunque este sea una herramienta para el primero. Aunque desde hace tiempo pienso en cómo el arte activa formas de colectividad no explícitas o activamente conscientes. Ya sea a través de intereses comunes entre personas que no se conocen entre sí, como a través del objeto (artístico)