Fachada de la galería. Exposición Sendas selvas. Septiembre 2021.
Vista de Sala.
Sin título. 146 x 114 cm. Acrílico sobre lienzo.
Vista de Sala.
Vista de Sala.
Sin título. 96 x 90 x 15 cm. Aluminio y pintura de carrocería.
Sin título. 195 x 130 cm. Acrílico sobre lienzo.
Vista de Sala.
Vista de Sala.
Sin título. 146 x 114 cm. Acrílico sobre lienzo.
Vista de Sala.
Vista de Sala.
Vista de Sala.
Sin título. 162 x 48 x 8 cm. Aluminio y pintura de carrocería
Vista de Sala.
Vista de Sala.
Sin título. 119 x 25 x 9 cm. Aluminio y pintura de carrocería.
Vista de Sala.
Sin título. 160 x 230 cm. Acrílico sobre lienzo.
Vista de Sala.
Sin título. 195 x 130 cm. Acrílico sobre lienzo.
Vista de Sala.
Información
Sendas selvas
Del 9 de septiembre al 13 de noviembre de 2021
La tradición literaria latina denomina silva a un tipo de composición poética que se caracteriza tanto por su carácter inacabado como por la heterogeneidad de sus materiales. En sentido literal la palabra silva nombra el bosque y, por extensión, la madera; a su vez, forma parte de una constelación de metáforas relacionadas con la materia en bruto, sin transformar, y los materiales de construcción. Silva traduce, además, el término griego hýle, un concepto que los filósofos reservan para un género especial de materia. En sus Etimologías Isidoro de Sevilla señala que para los pensadores griegos hýle es «una especie de materia primera de las cosas que no está todavía formada, pero que es capaz de admitir todas las formas, y de la que están formados todos los elementos visibles». Es necesario pensar la noción de hýle no como una sustancia o un sustrato, sino como una matriz donde tienen lugar diferentes procesos materiales y de la que emergen las cosas y los cuerpos. Los poetas latinos llaman silva a esta potencia absoluta que exige hacerse materia y que les recuerda el constante hacerse madera de los bosques.
Sendas selvas es el título de la primera exposición individual de Elvira Amor en la Galería MPA / Moisés Pérez de Albéniz. Más que describir un tema o un motivo, el título evoca mediante la sonoridad de las palabras un cierto ambiente, una sensación de lugar. La exposición reúne una selección de sus últimos trabajos y arranca en el exterior de la galería mediante una intervención mural en la fachada. El mural actúa en sentido literal como una auténtica antesala de la exposición, introduciendo de manera sintética algunas de las cuestiones fundamentales que su obra examina de manera continuada desde hace casi una década. Una de estas cuestiones es la relación entre forma y sentido. La forma se entiende aquí como una zona frágil y ambigua situada entre las estructuras lingüísticas y los trazos azarosos, entre los cuerpos y las figuras geométricas, un espacio abierto al no saber que, en consecuencia, requiere de un tipo de aprehensión que no reduzca el sentido a lo ya sabido. Frente al mural, o frente a cualquiera de las obras de la muestra, el espectador accede a un tipo de experiencia no solo difícil de articular en palabras, sino imposible de agotar. El carácter preverbal de esta experiencia nos permite poner momentáneamente en suspenso las certezas y razones que orientan nuestra vida cotidiana y atisbar otras formas de pensar y sentir. En definitiva, mediante los códigos de la abstracción, la pintura de Elvira Amor se interroga acerca de la experiencia de estar en el mundo, de ser un cuerpo entre cuerpos, del cambio y de la metamorfosis. A partir de estas preguntas generales emergen otras derivadas como la relación entre el conocimiento y la percepción, la naturaleza de la experiencia visual o los límites de la pintura.
Elvira Amor pinta directamente sobre la tela en crudo, sin estudios ni esbozos sobre el lienzo, por lo que cada cuadro es un registro íntegro de su proceso. Por otro lado, comenzó aplicando el acrílico sin imprimar, por lo que el color empapa y tiñe las fibras de la tela, haciéndose uno con ella. En su obra esta técnica posee una doble genealogía, de un lado, los teñidos artesanales por reserva de las telas tradicionales de Indonesia (batik), donde la artista comenzó su formación, y, por el otro, el uso que la tradición pictórica moderna hace de la tela sin imprimar a partir de Jackson Pollock y Helen Frankenthaler. La tela en crudo, por lo general en diferentes gamas de blancos, se convierte en estas obras en una valencia cromática entre otras, al tiempo que mantiene su carácter de espacio sin tocar, negativo. En la pintura de Elvira Amor la tela juega un papel esencial ya que le permite establecer diferentes tipos de tensiones entre las formas y el soporte. Entre los modelos compositivos que ha utilizado a lo largo de los años destacan dos: en primer lugar, el desplazamiento de la formas pictóricas hacia los márgenes con el fin de dejar el centro del cuadro libre de pintura, una estrategia que suele tener como motivo una forma ovoide recortada cuyo origen se encuentra en el desplazamiento desde la vertical del cuadro hasta la horizontal; en segundo lugar, un encuadre cerrado que establece una situación de tensión entre la forma y los lados del soporte. En ambos casos, ya se trate del vaciado del centro o de la ausencia de formas de los márgenes, la tela sin imprimar actúa como un elemento más de la composición. Sin embargo, en los cuadros la relación entre las formas no siempre es de tensión o contraste, sino que entre ellas se establecen diferentes patrones de comportamiento: unas veces reposan las unas sobre las otras, mientras que otras parece que juegan y se acarician. En Sendas selvas la artista traslada estas estrategias compositivas de la pintura al espacio expositivo. Aunque cada obra retiene su autonomía, la relación de las obras entre sí y las que establecen con el espacio activan nuevas lecturas.
Otro cuerpo de obra que en la exposición dialoga con los cuadros consiste en una serie de obras realizadas en pintura de carrocería sobre metal. Se trata de una serie de obras que desde el interior de los cuadros irradian fuera de su marco, llevando la pintura más allá de sí misma. En la mayoría de los casos este tipo de pinturas autoportantes se despliega como un plano cortante en el espacio siguiendo formas similares a las de cuadros. La tridimensionalidad de estas obras permite introducir además el factor temporal del descubrimiento en el recorrido. En relación al espacio negativo, las obras escultóricas mantienen con el espacio circundante una relación activa, similar a la que las pinturas poseen con la tela en crudo. De otro modo, tanto los cuadros como las pinturas autoportantes mantienen una tensión constante con las relaciones de profundidad, por lo que resulta imposible identificar si un color se encuentra más próximo o más lejano a nosotros. De este modo, la artista pone en suspenso una de las convenciones esenciales de percepción, la distancia, es decir, la separación los cuerpos y el mundo, entre el sujeto y el objeto. La pintura de Elvira Amor propone una experiencia no tanto de separación como de continuidad y de la que se podría decir lo que Richard Shiff escribió acerca de Brice Marden: «su pintura es como un cuerpo líquido de agua en el que cualquier elemento aislado puede encontrarse tanto en la superficie como en las profundidades». Algo similar sucede en la selva: cuando uno se adentra en su espesura desaparecen todas las distancias posibles.
Javier Sánchez Martínez
Palma de Mallorca, septiembre de 2021
-
*Producción de las obras realizadas por la artista con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte 2021.