Fachada de la galería. Marzo 2020.
Sin título, 2020, 55 x 69,5 cm, Grabado sobre papel.
Sin título, 2020, 55 x 69,5 cm, Grabado sobre papel.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Sin título, 2020, 55 x 69,5 cm, grabado sobre papel; Sin título, 2020, 55 x 69,5 cm, grabado sobre papel.
Sin título, 2020, 226 x 270 cm, grafito sobre papel montado sobre bastidor de madera.
Sin título, 2020, 260 x 195 cm, grafito sobre papel montado sobre bastidor de madera.
Sin título, 2020, 226 x 270 cm, grafito sobre papel montado sobre bastidor de madera.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Sin título, 2020, 265 x 200 cm, grafito sobre papel montado sobre bastidor de madera.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Sin título, 2020,39 x 56,5 cm, grabado sobre papel, enmarcado.
Sin título, 2020,39 x 56,5 cm, grabado sobre papel, enmarcado.
Sin título, 2020,39 x 56,5 cm, grabado sobre papel, enmarcado.
Sin título, 2020,39 x 56,5 cm, grabado sobre papel, enmarcado.
Sin título, 2020,39 x 56,5 cm, grabado sobre papel, enmarcado.
Sin título, 2020,34,5 x 48 cm, grabado sobre papel, enmarcado.
Sin título, 2020,34,5 x 48 cm, grabado sobre papel, enmarcado.
Sin título, 2020,34,5 x 48 cm, grabado sobre papel, enmarcado.
Información
“Lo cautivador no es entender de dónde viene esa manera de dibujar, las posibles influencias que Ortigosa maneja, la capacidad para cubrir por completo el papel o detenerse en la primera línea y darlo por terminado. Lo perturbador son las razones que lo llevan a hacer eso hoy, a volver a dibujar de un modo que parecía superado, pero que si lo pensamos dos veces sigue remitiendo a un día a día en que las marcas sobre las paredes nos siguen ofreciendo información, del mismo modo que la ofrecían cuando Brassäi recorría las calles de París buscando grafitis en las paredes: «La belleza no es el objeto de la creación, es la recompensa. Su aparición, a menudo tardía, no anuncia, sino que el equilibrio, roto entre el hombre y la naturaleza, vuelve a ser una vez más reconquistado por el arte. ¿Qué es lo que queda de las obras contemporáneas después de esta confrontación?
El dibujo de Nicolás Ortigosa devuelve un gesto de posguerra, cercano a la obsesiva manera de trazar las líneas de Hans Hartung, o a la capacidad de tocar fondo como lo hizo Zoran Music al mostrarnos que El aquelarre o La romería de San Isidro de Goya también podían ser Dachau.
Este tipo de gestos recuperan de algún modo a Paul Celan cuando dice, tras Auschwitz: «Cavamos una fosa en los aires, allí no hay estrechez». En todos ellos, en cada marca que todavía hoy se practica, directamente en el muro o sobre un soporte cuyo destino es el muro, existe un gesto disidente en base al cual se ejerce una violencia, más o menos controlada, que en ocasiones nos sobrevive siglos y se convierte en su testigo. «Todos los muros de una ciudad, que por tradición familiar me parecía tan mía, fueron testigos de todos los martirios y de todos los retrasos inhumanos que eran infligidos a nuestro pueblo».
El modo en que Nicolás Ortigosa interviene sobre el papel denota una necesidad obsesiva por determinar los límites del propio soporte, de las grandes barras de grafito y del espacio que pueden abarcar sus brazos. Dirá el crítico Michel Tapié en 1952 que «el camino del arte se nos presenta como el camino de la contemplación se presentó a San Juan de la Cruz: pendiente y accidentado, despojado de cualquier satisfacción accesoria». Tapié definirá que el arte surge, tras Nietzsche y Dada como «la más inhumana de las aventuras».
Intuyo en el modo de hacer de Ortigosa una cierta inclinación por esa introspección que lo mantiene aislado, preocupado nada más de lo que ocurre de puertas para adentro de su estudio. Interesado en hallar un vínculo quizás más estrecho con la palabra, el resultado de sus trabajos pasa por un arrebato poético que a menudo se presenta escurridizo, de difícil explicación. Es en ese caso en que entiendo que la práctica del surf actúa como actividad en que la organización impera: la observación, la espera, la toma de decisiones y la acción. En ningún caso el orden de los factores se altera, como tampoco en ninguno es el hombre sobre la tabla quien vence. El mar bate de igual modo, con sus tiempos y sus normas”.
Ángel Calvo Ulloa, “Nicolás Ortigosa: trabajar en los límites”, 2019. Catálogo de la exposición “Nicolás Ortigosa. Obras 2002-2018”, Bombas Gens Centre d’Art, 2019.