
Fachada de la galería. Junio 2021.

Vista de la exposición.

Vista de la exposición.

Vista de la exposición.

Serie Andaquilla, 2020-21.

Again, vacío, 2020-21.

Serie Andaquilla, 2020-21.

Entropía, 2020-21.

Entropía, 2020-21.

Vista de la exposición.

Vista de la exposición.

Vista de la exposición.

Lengua sonora, 2020-21.

Inesperado, 2020-21

Vista de la exposición.

Signos solitarios I, 2021-21.

Aventura, 2020-21.

Vista de la exposición.

Quimera, 2020-21.

Vista de la exposición.

Lightning, 2020-21.

Vista de la exposición.

Raíz y vanguardia, 2020-21.

Vista de la exposición.

Vista de la exposición.

Hemisferio cero, 2021.
Información
VICTORIA CIVERA.
Dibuja una puerta y ábrela. El desorden.
12.06.21 – 24.07.21
“Orientada a los atardeceres
Invadiéndola toda el azahar
De clorofila azul verdoso
En esa nada tan pequeña mi padre me enseñó
A mirar, ver, observar, esperar, escuchar el canto del pájaro”
Victoria Civera
Los paisajes que aparecen en las obras presentada por Civera para esta exposición me recuerdan a los que imaginé la primera vez que leí la obra La Tempestad, de William Shakespeare. Un paisaje oscuro, un mar embravecido, islas desiertas y profundas grutas; lugares casi mágicos, en los que los colores no parecen pertenecer al mundo terrenal sino al mundo onírico; con personajes que naufragan y después vagan por zonas inciertas, rodeados de una inmensa tormenta, que los hace parecer minúsculos. Casi se dejan ver Próspero y su hija Miranda, personajes principales del relato, que viven solos en una isla rodeados de libros, objetos preciosos y espíritus caprichosos, tras haber sido desterrados de Nápoles.
Esa sensación de naufragio, de recogimiento en un lugar incierto, que es hogar pero también es incómodo, que a la vez es cambiante y genera extrañeza, está presente en estas obras, realizadas entre sus tres estudios: Nueva York, Saro (Cantabria) y Benissa (Alicante), este último cercano a su tierra natal; a través de las cuales nos muestra parte de esa reclusión o aislamiento interior del último año, y que reúne en esta exposición dedicada al padre de la artista.
En la instalación, titulada Hemisferio cero, encontramos el statement de la exposición: evolución y transformación. El tiempo como movimiento circular, a caballo entre la vida y la muerte, el fulgor y el duelo, la luz y la oscuridad. El hemisferio cero: empezar de nuevo, continuar. El sonido: una grabación del padre de Civera silbando imitando el canto de una golondrina. Entropía, el polvo recogido en su estudio de Nueva York a lo largo de tres años, nos muestra el paso del tiempo, que quizás en ciertos momentos pudiera parecer más lento; el silencio lúgubre de las calles y del interior de los apartamentos; el quehacer cotidiano que casi se transforma en un tabla de salvación para la mente, entre el silencio y el sonido.
La obra Again, vacío, realizada en metal y madera, también contiene parte de la simbología clave de la exposición. La madera, que en sí misma contiene un paisaje natural. El delantal que cuelga del metal, con restos de pintura de trabajos anteriores, se encuentra en estado de espera, hasta que llegue el momento de reanudar su actividad. La pieza está coronada por un elemento de fieltro, que remite al patrón del asiento de una silla del estudio de la artista. Una pieza de grandes dimensiones, solemne y llena de afectos, cuya temática enlaza con la serie de dibujos, titulada Andaquilla, de metal, cera y madera que la acompañan en la sala. Pequeñas líneas de diferentes tonos de azul, cada línea por un día y cada color por un sentimiento. Como el preso que cuenta los días para ser libre, como el que tacha días en el calendario, como el que teme que llegue una fecha, un aniversario; o el que desea que lo haga.
En sus pinturas Raíz y vanguardia, Aventura, Quimera, Inesperado y Lightning, de cielos azules, mares bravos y atardeceres sanguinolentos, encontramos a su vez perímetros que rodean el lienzo, que de alguna manera acotan el paisaje, como si se tratara de una valla o una cerca. El límite del territorio, físico o de lamente, de panoramas diferentes cuyo nexo en común es la propia artista. Son pequeños microestados, lugares emocionales a través de los cuales refleja parcelas de su entorno presente y recuerdos de su infancia.
Dos pequeñas pinturas íntimas y contrapuestas completan la exposición: Lengua sonora, que refleja la luz, a través de la cual aparece una pequeña lengua. Por otro lado, Signos solitarios 1 nos presenta un diminuto personaje rodeado de oscuridad, que es casi como un signo de puntuación, una interrogación: ¿dónde está la salida?
Victoria Civera contesta a esa pregunta: “dibuja una puerta y ábrela”.
Ester Almeda, 2021.