
Fachada de la galería. Exposición Cities.

Wolfgang Tillmans. Old Street, Apple Tree (D), Birthday party, Still Life Burner State II.

Celine Condorelli. Something Stronger than Skepticism, 2011.

Sabine Hornig. Window 1, 2001.

Vista de exposición.

Juan Uslé. Solitaires 2017, Urban Kiss, 2018.

Celine Condorelli. Something Stronger than Skepticism, 2011.

Muntadas. Double Exposure TK-SL, 2010.

Vista de exposición.

Juan Ugalde. Ciudad Nueva Visión, 2004.

Vista de exposición.

Johanna Calle. Plano (Bogotá), 2009.

Muntadas. Double Exposure TK-SL, 2010.

Juan Uslé. Solitaires 2017, Urban Kiss, 2018.

Angel Marcos. China 20, 2007.

Vista de exposición.

Vista de exposición.

Vista de exposición.

Dennis Adams. Liar Liar (Airbone), Traitor (Airbone), 2001.

Alejandro S. Garrido. City of London, 2018-2019.

Vista de exposición.

Vista de exposición.

Luisa Lambri. Sin título (De La Warr Pavillion 1 & 2), 2007.

Vista de exposición.

Vista de exposición.

Vista de exposición.

Itziar Okariz. Mute, 2008.

Vista de exposición.

Vista de exposición.

Vista de exposición.

Vista de exposición.

Vista de exposición.

Javier Campano. Lisboa, 2015, Madrid, 2011, Nápoles, 2016 y Nápoles, 2016.

Basurama. Cementerio de neumáticos (Seseña), 2008.
Información
CULTURA URBANA. La cultura urbana está en permanente redefinición, pero nunca pierde su sentido político -la polis o el arte de la convivencia-. Por esa disposición a la autocrítica, es la ciudad donde se producen las revisiones más notables de nuestros propios códigos, a veces aparentemente indestructibles. En los últimos años hemos visto surgir nuevas sensibilidades, empoderamientos necesarios, movimientos reivindicativos contra exclusiones vergonzantes y, a pesar de que las cosas no cambian al ritmo deseable para todos, somos conscientes de que es en el espacio democrático de la ciudad donde es posible realizar las nuevas conquistas sociales. Sin embargo, la cultura urbana también es productora de clichés y estéticas de ínfimo contenido estimulada por mil prejuicios que no nos dejan pensar con claridad. El consumo ha terminado por generar su propia cultura y utiliza los recursos de la novedad y una oferta aparentemente poco exigente de identificación con las corrientes del momento que no es gratuita en absoluto. La capacidad destructiva de la invasión comercial es ilimitada e irreversible y una ciudad que aparece ante nuestros ojos como la amalgama de millones de historias, intercambios, ambiciones y pequeñas maravillas, puede ser sepultada en apenas unos años por una invasión homogeneizadora de negocios disfrazados de progreso que aniquila el valioso plano del suelo y las fachadas de las plantas bajas de los edificios, soporte esencial de la vida urbana que debemos cuidar.
CENTRO. ¿En qué momento se abandonaron los centros de nuestras ciudades en favor de una vida de rotondas y complejos comerciales a las afueras? ¿Cuál fue la ceguera que impidió ver la calidad que ofrecía aquella vida urbana para dejarse seducir por un piso de mayor superficie, un adosado en un barrio residencial o un bloque con jardín y piscina? El permanente juicio al centro de la ciudad, siempre culpable, inadecuado para los niños y las personas mayores, contaminado y ruidoso, carente de naturaleza y tantas otras críticas ya antiguas, olvida que la razón primera de la ciudad es la convivencia y la tolerancia del otro diferente y que abandonarla en favor de otras vidas más cómodas y mejor definidas supone una pérdida de riqueza social, cultural y relacional disfrazada de seguridad, confort y tranquilidad.
Mientras tanto, el centro deshabitado se entrega progresivamente a habitantes de alto poder adquisitivo o a usos no residenciales -actividades comerciales repetitivas, oficinas, cualquier cantidad de negocios de restauración y pequeños hoteles-. Todos ellos quieren sacar provecho de unas fábricas arquitectónicas de calidad, unas tramas urbanas diseñadas con lógica y contenido cosmopolita, una actividad cultural diversa y una concentración notable de servicios en detrimento de otras zonas de la ciudad. Hay casos en las que este fenómeno ya es irreversible, pero también hay muchos lugares que están a tiempo de frenar un abandono que antes o después generará una nostalgia desoladora.
PERIFERIA. En los 80 veíamos la periferia como una tierra de promisión. Su falta de orden convencional, la geometría gruesa de las infraestructuras, la profusión de vacíos de todos los tamaños, el salpicado de agriculturas diversas con algún que otro enclave natural en convivencia con industrias y antiguos pueblos absorbidos por el crecimiento urbano… componían un mosaico de oportunidades en el que explorar nuevas tipologías, nuevas generaciones de espacios públicos, nuevas convivencias híbridas entre producción, paisaje y vivienda y nuevas ideas de calidad alejadas de las normativas del centro consolidado. La aparente falta de interés del sector inmobiliario por estos territorios y el abandono a un desarrollo casual y aleatorio remataban un escenario privilegiado para el desarrollo experimental de la arquitectura y el diseño urbano.Desgraciadamente, la periferia nunca se deshizo de ese referente envidiado que era el centro y sacrificó todo lo que tenía de espacio impune y despreocupado para asumir sus mismas reglas de juego desde un complejo de inferioridad que no le permitió desarrollar su propia personalidad. Con ello, muchas ciudades que ofrecían un tamaño suficiente para constituirse en conglomerado de varios centros entendidos como fragmentos completos de ciudad, insistieron estérilmente en el modelo de un único núcleo fundacional y muchas periferias, todas ellas imperfectas o demasiado polarizadas funcionalmente.
DENSIDAD. La ciudad es densa por naturaleza. Diversas fuerzas han pretendido desde siempre poner coto a la densidad con argumentos muy lógicos para otras épocas, pero hoy en día hay nuevas ecuaciones que aconsejan replantearse la densificación de la ciudad. Tres nuevos ingredientes que sustentan el interés de la densificación son: que el avance en mancha de aceite de las ciudades aniquila un territorio que sabemos vital para nuestro futuro; que el uso del vehículo privado tiene sus días contados y cuanto hagamos para acortar las distancias y rentabilizar un transporte público de uso intensivo será inversión en calidad de vida cotidiana; que la sectorización funcional de la ciudad es una herencia moderna que crea islas de exclusividad de todo tipo -zonas de ocio, centros terciarios, barrios residenciales, complejos comerciales, polígonos industriales- que aniquilan las bases democráticas de la ciudad. La nueva ciudad densa es estratificada, acepta la convivencia de todas las actividades y, lo más importante, los más representativos no se acumulan en el centro, sino que se reparten en una serie de nuevos polos que diversifican los movimientos y combaten el centralismo. Algunas políticas que permitan aumentar la edificabilidad sin derribar edificios a cambio de corregir los existentes en sus consumos y residuos serían muy bienvenidas por todos, atraerían gente al centro que nunca debió abandonarlo y actualizarían un paisaje urbano agotado a base de parches y reformas incontroladas.
MOVILIDAD. La movilidad urbana está dando un vuelco monumental y no va a parar. Reducir los trayectos en vehículo privado es prioritario y muchos ciudadanos lo han adoptado como un compromiso personal con el futuro. Las políticas que restringen la circulación en los centros urbanos tienen una resistencia mínima. Si evitamos la dispersión de la ciudad y referimos a sus habitantes a unos centros próximos accesibles con sistemas de transporte limpios, el vehículo privado quedará para ocasiones especiales. La sensibilidad medioambiental y la puesta en valor del desplazamiento como un intervalo experiencial rentabilizable están operando cambios en los usos de la movilidad que tienen una profunda raíz cultural. La bicicleta, el patinete o el paseo asocian desplazamiento a ejercicio físico, disfrute o contacto con la naturaleza y descubrimiento de la ciudad. Estos nuevos ingredientes suponen una novedad que contradice las quejas de la ciudad como espacio agresivo e inhóspito. Las ciudades medias europeas con su uso masivo de la bicicleta, sus buenas redes de metro y trenes locales ya son pioneras en este proceso. Si nuestros millennials se mantienen fieles a su cultura, podrán disfrutar de una ciudad totalmente desconocida.
NATURALIZACIÓN. La ciudad reclama un nuevo pacto con la naturaleza. No se trata solo de una sensibilización medioambiental respecto del cambio climático o la huella ecológica de los conglomerados humanos, se trata de convertir la ciudad en sí misma en una naturaleza. Las políticas del agua y los residuos, la calidad del aire o la capacidad agrícola de los edificios y espacios libres exigen una actualización con la que superar la figura del parque como representación clásica de la naturaleza urbanizada. El consumo energético de los procesos constructivos es traumático y desbordante. Si mezclamos este factor con el efecto nefasto de la extensión de la ciudad sobre el territorio, las actitudes más responsables son las que proponen densificar la ciudad para hacerla más sostenible, pero necesitamos ir más allá para que el proceso de densificación no se limite a la explotación inmobiliaria. Necesitamos traer la naturaleza a la arquitectura y convertirla en un nuevo material de construcción, revertir la historia de la ciudad como doblegación, esterilización y sepultado de la naturaleza, eliminar la fiebre pavimentadora y alimentar una convivencia con el sustrato geológico, el clima, la flora y la fauna alejada del pintoresquismo romántico de las zonas verdes tradicionales.
ESPACIO PÚBLICO. Después del uso del espacio público como instrumento de control social buscando la homologación de los comportamientos de todos los ciudadanos, hemos asistido en las últimas décadas a la aparición de un espacio público que es el escenario de todas las diferencias que la ciudad está obligada a acoger y validar. Sin embargo, sabemos que no todo espacio entre los edificios puede ser considerado espacio público y que la calidad de éste en nuestras ciudades está en franca decadencia. Es esencial reconocer que como sociedad no hemos sabido darle la vuelta a los conceptos tradicionales de la calle, la plaza y el parque y crear los espacios públicos del siglo XXI. Las pruebas más lamentables de esta claudicación son la entrega indiscriminada de los entornos de convivencia -desde las aceras a los mercados tradicionales- a la explotación privada que simula una exaltación de lo público -infinidad de terrazas de restaurantes, dudosos gastromercados, exceso de iluminación…-. La repetición del escenario franquiciado a las mismas marcas en ciudades cuya singularidad fue el atractivo básico de un turismo mezclado con los ciudadanos está borrando las diferencias entre Ámsterdam, Barcelona o Lisboa mientras expulsa a los residentes de los centros históricos. Es esencial preguntarse si con esta destrucción de acentos locales no se está aniquilando el patrimonio sobre el que se han construido siglos de vida cotidiana que son el sustrato más valioso sobre el que fundamentar una sociedad civil diversa y abierta.
LA CIUDAD ENTRE. Cuando se repite insistentemente que en el año 2050 el 75% de la humanidad vivirá en las ciudades, nunca se problematiza qué ocurrirá con el 25% que aparentemente no podrá hacerlo y con ello acceder a la educación, la cultura y la salud. Por otro lado, apenas se menciona que Europa ya está en ese umbral y España ha entrado de lleno en la estadística desde que sabemos que casi el 80% del territorio es habitado por apenas el 20% de la población. El abandono del campo y la falta de jóvenes y mujeres en las pirámides de población del medio rural transmiten la sensación de que vivir fuera de la ciudad no es una elección sino una circunstancia sobrevenida. ¿Qué territorio estamos imaginando entre las ciudades de finales del siglo XXI? ¿desahitado? ¿depósito de desechos? ¿generador de las energías necesarias para alimentar a la ciudad insaciable? Lo cierto es que tanto la urbe consolidada como el medio rural son hoy ya parte de una misma cosa y no seremos capaces de pensar la ciudad del futuro sin entender este espacio vacío que nos proporciona el agua, el aire y los alimentos, pero, sobre todo, sin asumir que es el soporte antropológico de nuestra memoria y la historia de las generaciones que nos han antecedido. Necesitamos otorgarle un contenido urbano a esta ciudad entre ciudades dotándole de las mejores oportunidades para evitar que el éxodo a la zona densa del territorio, aquello que venimos llamando ciudad, ponga en peligro la supervivencia del planeta.
EN DEFENSA DEL DISEÑO. La arquitectura y el diseño urbano tienen mucho que decir en este proceso de reconsideración de la ciudad y la redefinición de sus modelos de calidad. Desgraciadamente, las fuerzas que dan forma a la ciudad hoy en día no son las de la reflexión intelectual y el diseño. En cierto modo, no es la entrega del espacio urbano a los poderes económicos el drama que nos acecha sino la desaparición de los pensadores, los artistas y los arquitectos en la construcción de la ciudad, y el devenir silencioso y aparentemente consensuado que ha consolidado esta marginación. La posición comprometida de los intelectuales, la consideración crítica de los conflictos de todo tipo que explora el arte y la capacidad de síntesis de la arquitectura para transformar las crisis en oportunidades es el acervo principal de una sociedad que entiende que sus ciudades y la calidad de su arquitectura le representan. Las ciudades que se han entregado al comercio, al consumo o a las formas más banales de calidad, ofrecen una imagen demasiado transparente de las debilidades humanas convertidas en el peor patrimonio colectivo. Por el contrario, las ciudades que han cuidado con orgullo lo que la historia les ha legado y han sabido enriquecerlo con los materiales de la contemporaneidad confiando en sus arquitectos, sus artistas y sus pensadores tienen una altura moral y una fuerza en sus instituciones que les permite ser más críticos y seguir cambiando con la ambición justa para estos tiempos convulsos.
Juan Herreros, 2019
Artistas: Dennis Adams, Basurama, Johanna Calle, Javier Campano, Celine Condorelli, Alejandro S. Garrido, Sabine Hornig, Luisa Lambri, Angel Marcos, Antoni Muntadas, Itziar Okariz, Wolfgang Tillmans, Juan Ugalde, Juan Uslé.