Fachada de la galería. Noviembre 2024
Información
BUILT A HOME AND WATCHED IT BURN
Noemi Iglesias Barrios & Gema Polanco
Comisariada por Ester Almeda
Del 16 de noviembre de 2024 al 25 de enero de 2025
Intro
Recojo de la toalla el libro que he retomado decenas de veces en los últimos meses, que ha descansado sobre una mesilla ajena tantas noches, y leo: “Recuerdo la rigidez fascista de quien no sentía ni podía acompañarme. No hay compasión si el cuerpo no se conmueve. No quiero que se repita otra vez. ¿Cómo exponernos a conocer la falta de compasión en aquellos a quienes elegimos?. Angustia: el cuerpo piensa que la única forma en que podrá sobrevivir es reparando el vínculo de amor dañado”. El mar azotaba con una fuerza lasciva las pequeñas rocas que surgían de lo que, a esas horas, era la orilla. La marea había dejado al desnudo gran parte de la tierra que en otros momentos permanece bajo el agua. El viento, tímidamente, dejaba entrever un levante que no daría tregua los siguientes días. Un lugar que antes solía ser un refugio seguro, feliz. Un hogar en el que sin embargo ahora me sentía extraña, forastera.
El concepto de hogar, de casa, es mutable. No es algo que permanezca inherente al tiempo. La casa a veces no existe, otras cambia de forma repentinamente, y en algunas ocasiones desaparece. Otras veces, la casa se mueve contigo. Cambia de lugar. Quizás la casa seamos nosotros mismos, y seamos responsables de quienes dejamos entrar en ella. Quién puede descalzarse y entrar despacio. Quién sale como un torbellino y con los cordones sin atar. Y sobre todo, cómo proteger la casa, para que nadie pueda hacer cenizas aquello que tanto ha costado construir.
El problema, quizás, es que en ese alarde de protección se levantan muros tan altos e inexpugnables que nadie más se atreve a entrar. En ese sentido, tomo prestadas las palabras de Zygmunt Bauman: «En nuestro mundo de rampante individualización, las relaciones son una bendición a medias. Oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla, y no hay manera de decir en qué momento uno se convierte en la otra. Casi todo el tiempo ambos avatares cohabitan, aunque en niveles diferentes de conciencia. En un entorno de vida moderno, las relaciones suelen ser, quizá, las encarnaciones más comunes, intensas y profundas de la ambivalencia. Y por eso, podríamos argumentar, ocupan por decreto el centro de atención de los individuos líquidos modernos, que las colocan en el primer lugar de sus proyectos de vida”. Suena la canción Flowers, de Miley Cyrus, desde un bar cercano. Una canción que surgió como un himno al autocuidado en esta era del amor líquido, en el que todo es fugaz, inestable, individualista, narcisista y consumista. Un recordatorio de que para poder amar y cuidar a los demás, debemos ponernos a nosotros mismos en primer lugar.
Una gaviota se acerca a mi, interrumpiendo mi lectura, mirándome fijamente. Siento que poco a poco van perdiendo el miedo, acostumbradas ya al agravio del turista que se molesta con su presencia. Entonces me doy cuenta de que el amor y el miedo funcionan de la misma manera. Recuerdo una frase de la versión de Hagai Levi de Escenas de un matrimonio: “Es como un trozo de cinta adhesiva que arrancas y tratas de volver a pegar, quizás se pegue de nuevo, pero nunca va a ser como la primera vez”. Son sentimientos que, por la fuerza de la costumbre, pierden intensidad.
Cierro el libro y recojo la libreta en la que he escrito decenas de cartas durante los últimos meses. Cartas que nunca serán enviadas, cartas cuyo receptor ya no se encuentra en línea. Pienso en la película Casa en llamas, de Dani de la Orden, y me sacude un escalofrío. Encontrándome como la protagonista, frente al mar, mientras a su espalda desaparecen todos sus recuerdos. Espectadora del incendio de una casa construida desde el amor y la ilusión. Debatiéndose entre apagar el fuego o disfrutar de verlo todo arder y empezar de cero. Quizás haya cartas que nunca deban recibirse. Sencillamente, quizás, solo sean un medio para expulsar los demonios que habitan en la cabeza. Que esas cartas sean lo que realmente haya que convertir en cenizas… algo que poder velar para después así, encontrar la calma.
Primer movimiento. Gema Polanco: I decided to take care of myself.
Una gran tela de un azul vibrante, a modo de pancarta, nos advierte desde la entrada: I decided to take care of myself (“He decidido cuidar de mí misma”). Es un grito, pero no de guerra. No hay combatividad, no hay atisbo de venganza y tampoco de lucha, salvo la interna. Se trata, en cambio, de una declaración de intenciones. Las obras de Gema Polanco nos desplazan a un mundo de autocuidado, de espacios de refugio, de confesiones, de consejos, como aquellos que les das a tus amigas cuando sabes que ellas son incapaces de liberar las voces de su propia cabeza. Son ese abrazo que tanto necesitas cuando la soledad impera; cuando de tanto intentar cuidar de otros, te has dejado de lado a ti misma. La llamada de desahogo de madrugada a la amiga que siempre está para escucharte, aunque sientas que eres un vinilo que se ha quedado atascado en la aguja del tocadiscos y siempre emite la misma nota, en bucle. Cuando lo único que necesitas es una voz amable que diga: “va a estar todo bien”.
En palabras de la artista: “Trabajar desde lo íntimo para visibilizar o contar nuestras realidades tanto para liberarte como para normalizarlo es una forma de resistencia, lucha y empoderamiento tanto para nosotras como individuos y como sociedad”. Un trabajo que también queda reflejado en Playing with my innermost shadows and learning how to handle them (“Jugar con mis sombras más internas y aprender a manejarlas”). Propone una escena en la que se desarrolla un conflicto interno entre ella misma y su alter ego, un baile con su propio demonio, que intenta atraparla entre sus tentáculos. Un juego de sombras, una lucha con la propia oscuridad, que desemboca en una catarsis, al modo de la tragedia griega. Una en la que la heroína resurge de sus propias cenizas, y el trofeo es su propio bienestar.
Unas letras de hierro lacadas en rojo Ferrari nos dan un último consejo: Trust your gut (“Confía en tu instinto”). Nuestro cuerpo es sabio, y en muchas ocasiones nos envía señales de alerta, que deliberadamente ignoramos. Pero nuestro sistema nervioso nunca descansa. Lo que sucede en nuestras entrañas nunca miente, lo cual Polanco refleja a través de un cableado de instrumentos de conexión, que enlazan las letras unas con otras, esperando a ser “encendidas”. Esperando a que la señal sea escuchada. Como una alarma, o una señal en la carretera.
Sus instalaciones, dibujos y obras textiles, están intrínsecamente relacionadas con la música y la estética punk. Son un grito al micrófono, un pogo en un concierto, una catarsis física y mental, que nos invita a liberarnos, a sacudir nuestros demonios, a visibilizar nuestras heridas y amar nuestras cicatrices. Valor, amor y cicatriz, como reza la canción. Son un camino de destrucción, construcción y de autoconocimiento, que nos prepara para lo que vendrá después.
Segundo movimiento. Noemi Iglesias Barrios. If the phone doesn’t ring, it’s me.
La antítesis del autocuidado es un producto genuino que habita en nuestra sociedad desde hace siglos: el mito del amor romántico. Una conducta relacional para la cual hemos sido instruidas y educadas desde nuestra más tierna infancia. La cultura popular está completamente influenciada por esa utopía romántica colectiva, que ha llegado a cotas de neoliberalismo extremo a través de las redes sociales y las aplicaciones de citas. Esto ha degenerado en un sistema narcisista y ególatra que basa su funcionamiento en vínculos superficiales, en el amor como producto de consumo rápido (fast love) y, en la mayoría de los casos, desechable. El deseo deja de ser algo inconsciente y físico para convertirse en algo consciente y analítico. La responsabilidad afectiva brilla por su ausencia. Y así, el ciclo se repite, y de nuevo acudimos al autocuidado como antídoto para las heridas invisibles que todos estos procesos dejan en nuestro autoestima.
Tras la cortina de terciopelo azul, Noemi Iglesias presenta diferentes proyectos relacionados con el amor en la era digital, la mercantilización de las emociones y las relaciones vistas desde el prisma de la cultura del consumo. Al igual que en la anterior sala, aparecen tres advertencias impresas sobre gres porcelánico: Love over, play again? (“Se acabó el amor, ¿juegas de nuevo?), I love you but I hate you. Sick on the floor (“Te quiero pero te odio. Vomito en el suelo”), y If the phone doesn’t ring, it’s me (“Si el teléfono no suena, soy yo”). Las tres frases aparecen rodeadas de ramos y coronas de flores (algo habitual en el trabajo de Iglesias, quien reproduce la técnica tradicional de las flores de porcelana), de una gran delicadeza, lo cual contrasta con la dureza del mensaje de las obras. El cuarto mural, We both swiped right (“Los dos deslizamos a la derecha”) nos muestra de nuevo una profusión de flores, rosas, alrededor de las cuales revolotean frases de mensajes que envía la aplicación de Tinder a sus usuarios para animar a interactuar cuando se ha producido un doble match, y toca iniciar la conversación: Dile por qué deslizaste a la derecha; ambos sois adictos a Tinder, eso es algo que tenéis en común; alguien debería crear una app para conocer gente guay… oh, espera…, etc.
En este proceso deshumanizado y desconcertante que es el amor líquido, se pone en marcha a través de las redes sociales un mecanismo invisible: aparecen anuncios de aplicaciones de citas, coach del amor, expertos en psicología y, por supuesto, videntes y tarotistas. En clave de humor, la artista presenta el proyecto Dat-Astral Chart, en el que se plantean doce tipos de personalidad fundamentados en el comportamiento digital de los usuarios, basándose en la estética del horóscopo y las lecturas de cartas astrales, desde un enfoque digital: the typer, the loner, the swiper, the scroller, etc. Todas las personalidades confluyen en un grabado sobre cristal y led, en el que conectan entre sí.
Completan la exposición la obra Love me fast, un neón que nos recuerda al rótulo del Little White Chapel de Las Vegas (donde por tan solo $150 puedes casarte cualquier día de la semana), Landscapes of affection, una serie de piezas con forma de teléfono realizadas con cobalto reciclado de baterías de teléfonos móviles obsoletos en los que la artista reproduce con símbolos los movimientos que realiza a lo largo del día en su móvil, durante un periodo determinado de tiempo, y Data prints, que conforma un dibujo a través de sus propias huellas dactilares.
Ester Almeda
Noviembre 2024