Fachada de la galería. Septiembre 2024
Información
Nicolás Ortigosa. Obras/works. 2019 – 2024
Del 12 de septiembre al 08 de noviembre del 2024
Negro tormenta
por Bea Espejo
Las exposiciones están llenas de rumores y de historias. Depende de cómo se cuente una determinada historia se abrirá la urgencia para pensar la complejidad de lo que comunica dicha exposición y la necesidad de que la mirada vaya más allá de lo evidente. En ese cruce de sentidos, los rumores y los dilemas se disparan. Para Nicolás Ortigosa las exposiciones acontecen en el transcurso del trabajo. No son una excusa ni una meta. No las premedita. Tampoco encierran una tesis ni una teoría concreta, aunque sus cuadros suelen agruparse por series. Todo es murmullo en la sala, como el que precede a las tormentas. Le ocurre también cuando habla de su trabajo, al que se acerca al mismo tiempo que se aleja. Sus escritos, que intercambiamos a modo de intercambio de ideas, suponen un reto intelectual: muchas veces obligan a una relectura tan atenta como la contemplación reposada que requieren sus pinturas negras. De hecho, lo austero de su escritura podría equipararse a lo sobrio de su pintura, ya que proporciona una experiencia introspectiva, silenciosa y serena similar a la que produce su obra plástica.
Se confiesa obstinado, exigente y disciplinado. Un artista que baila entre el pensamiento y el hacer, aunque diría que hay otros verbos que definen mejor su quehacer artístico: estar, permanecer, vibrar, observar. Por encima de todo, ser paciente: esperar. Pueden ser años o pueden ser décadas. Las que dan inicio a su carrera llevan por título Cuadros tapados. Las fechas que abarcan: 2002 a 2018, desde que empezó la carrera hasta que decidió darle un giro radical a todo: tapar los cuadros que había pintado hasta entonces de negro. Negar la pintura o, como dice él, dejar que acontezca.
Todo lo que ha pasado desde esa fecha es lo que vemos ahora aquí. El título es la hoja de ruta: Obras/Works 2019-2024. Título, claro, repleto de rumores y dilemas. Su historia está íntimamente relacionada con las obras de la serie precedente. No en vano, las telas que vemos en la exposición también tienen algo de antiguos “descartes”: pinturas negras que el artista deja contra la pared del estudio a la espera de saber qué hacer con ellas: si incluirlas en la serie de Cuadros tapados o llevarlas a otro lugar pictórico. Habla de él como si supiera cuál es ese lugar, pero incapaz de nombrarlo. Es lo que ocurre aquí, cuando decide quitar el bastidor y dejar la tela al desnudo, llena de pliegues y marcas del spray negro y el barniz con los que han sido pintadas. No solo aparecen en los bordes, sino que al ser manipulada la capa de spray negro y barniz aparece rota o craquelada, como si ese gesto de quitar la tela de un cuadro fuera el propio ejercicio de la pintura
La antigua calma negra de las primeras telas, sin sonido y sin imagen, es ahora como un zumbido. A ratos parecen mapas mentales y otros se asemejan a paisajes futuros. Dice que somete a su trabajo a una fuerte carga crítica en el fin de revivir lugares ya transitados e intentar encontrar en ellos nuevos caminos. Muchas veces, esos caminos son indirectos y se mueven en esa franja temporal similar a la del relámpago que anuncia el trueno. A esa distancia él la llama “equilibrio”. Para el artista, la estructura es fundamental como método creativo y de identidad. Más que una historia u otra, lo primero que quiere compartir son sus conceptos previos: todo aquello que impulsa y delimita su proyecto. La pintura como algo central, frontal, regular y repetitivo. La pintura como corrección.
Eso es lo que orbita en esta exposición. Como su obra, se hace a base de acción y tiempo, y se va construyendo también en el no hacer. En esa tensa resistencia parece perseguir un borrado total, una desaparición de la pintura. Dicho de otro modo: tapando sus cuadros, el artista encuentra la pintura. Decía Ad Reinhardt, al hilo del negro, que lo oscuro es “lo que queda”. Un vacío. La noche como la madre de todas las cosas , como un velo de estrellas.