Fachada de exposición. Septiembre 2017.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Pintura en tres pasos (Despunte). 2017. 247 x 155 x 60 cm. Poliestireno expandido, resina acrílica, papel maché, pintura acrílica y estructura de madera.
Pintura en tres pasos (Varada). 2017. 109 x 460 x 55 cm. Poliestireno expandido, resina acrílica, papel maché, pintura acrílica y estructura de madera.
Pintura en tres pasos (Varada). 2017. 109 x 460 x 55 cm. Poliestireno expandido, resina acrílica, papel maché, pintura acrílica y estructura de madera.
Pintura en tres pasos (Varada). 2017. 109 x 460 x 55 cm. Poliestireno expandido, resina acrílica, papel maché, pintura acrílica y estructura de madera.
Pintura en tres pasos (Trasvase). 2017. 247 x 329 x 60 cm. Poliestireno expandido, resina acrílica, papel maché, pintura acrílica y estructura de madera.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Escultura sin sombra (Podio I). 2017. 180 x 120 x 8 cm. Acrílico sobre papel y estructura de madera.
Escultura sin sombra (Podio II). 2017. 180 x 120 x 8 cm. Acrílico sobre papel y estructura de madera.
Vista de exposición.
Vista de exposición.
Información
Interrumpir, sustraer, remontar: Los fondos remontan de Guillermo Mora
Una serie de figuras grises sobre un fondo blanco.
Una serie de figuras sustraídas de un fondo blanco.
Una serie de figuras blancas sobre un fondo gris.
Un rectángulo con los bordes redondeados, cuatro rectángulos, que van de un color al otro, del púrpura al marrón, del celeste al blanco, del amarillo al gris.
Un rectángulo de bordes redondeados que parece un fondo, un fondo que viene al frente, que se desdobla hacia el horizonte, que bloquea un espacio. No permite que la vista corra hasta el fondo. Más rectángulos circulares o, ¿será que son círculos rectangulares?
Uno sobre otro, y todos alrededor, encima y enfrente. Interrumpiendo, sustrayendo, remontando.
La obra de Guillermo Mora no simboliza un punto entre dos disciplinas. No es un estadio intermedio entre la pintura y la escultura. Y no puede entenderse en términos binarios, como un objeto atrapado en un rango comparativo entre dos categorías que entendemos sin dificultad. La obra de Guillermo, es más un dispositivo que un objeto. Un dispositivo inestable, inasible, que está constantemente cambiando. Más parecido a una epidemia: que nace en el contacto y en el contagio entre dos entidades, y que produce elementos que están siempre cambiando, siempre convirtiéndose en otra cosa. Un color que nunca es puro, sino siempre llegando a otro tono. El color se siente, pero también se siente el impulso. La materia habla. Una masa de pintura sintética que se expande, se reseca y se agrieta. Pero nunca está contenida, su expansión sigue sucediendo ante nosotros en una escala casi imperceptible, incontrolable.
La obra de Guillermo es también una obra abstracta. Una obra en donde los planos de color, las gradaciones, volúmenes, interacciones, texturas, ausencias y presencias, son elementos formales con los que el artista ha conformado su lenguaje. Este lenguaje se sitúa en un momento histórico en donde es posible trazar una trayectoria en la que el arte abstracto ha sobrepasado la condición de reliquia modernista, o de práctica amateur decorativa, y que en últimos años remonta. En este sentido, Guillermo tampoco se constituye como una entidad individual. Es el resultado de una multiplicidad de voces: las protestas utópicas de los abstraccionistas tempranos como Kandinsky, Malevich y Mondrian; la fe de Félix González-Torres en el potencial político de la abstracción para penetrar la existencia; hasta artistas más contemporáneos, como Ulrike Müller que utiliza la abstracción para discutir cuestionamientos sobre prácticas feministas en relación al cuerpo, y las políticas identitarias del presente, o Alan Ruiz, quien busca encontrar un nuevo radicalismo y capacidades renovadas dentro del arte formalista. De la misma forma, este interés ha sobrepasado la figura del artista y existen casos como el de la curadora María Lind, quien mediante un proyecto de investigación titulado “Abstract Possible” ha investigado la abstracción formal en relación a lo que ella denomina como “estrategias de retirada”, retomando la etimología Latina de la palabra abstracción [Abstrahere] relacionada con verbos/acciones como retirar, remover o sustraer.
Es precisamente dentro de este marco histórico y teórico donde Guillermo compone una serie de trabajos complementarios, simbióticos e híbridos que están pensados en relación a lo que son, a lo que son para el otro, para el espacio y para su contexto específico. A través del título de la exposición “Los fondos remontan” Guillermo utiliza el lenguaje como una trampa narrativa que juega en distintos niveles y, oculta una complicada red de simbolismos ligados a su interés por desafiar y revelar la obsolescencia de un mundo de definiciones y reglas. “Los fondos remontan” parte de una premisa sencilla “pasar delante lo que está atrás” en lo que el propio artista describe como “un posicionamiento no solo físico sino simbólico.” Este movimiento significa un intento literal por invertir la lógica de los planos de color, del plano más lejano, a ser el primero, obstruyendo el contenido que potencialmente podría existir detrás. Mientras que en este proceso recíproco, lo que hay detrás se convierte en lo que bloquea y en lo que importa. Al mismo tiempo que el artista despliega la misma estrategia en el espacio, la fachada de la galería se viste de figuras sustraídas, al mismo tiempo que el espacio interno de la galería es bloqueado en lugares poco habituales, en un evidente esfuerzo por sacudir al espectador de todas aquellas concepciones previas que ha traído consigo al espacio, así como de sacudir al espacio mismo de la forma común en la que se constituyen normalmente las exhibiciones.
“Los fondos remontan” aprovecha también las posibilidades irónicas y lúdicas del propio título, como un vehículo para hacer una crítica a la institucionalidad local, pensando en la palabra “fondo” en términos de objetos en el caso de los acervos museísticos, y de recursos económicos en el caso de las colecciones privadas y de los recientes altibajos de la economía Española y su impacto en el ecosistema local del arte.
El modo de operación que va encargándose de sistemas concéntricos, cada vez más amplios -de la autorreferencialidad de la obra de arte, a la galería como sistema, al sistema de galerías de una ciudad, y a las formas en que la ciudad constituye un sistema del arte- es quizá una de las modalidades más identificables en la obra de Guillermo. En un momento en donde la producción y el contenido de las imágenes es cada vez más frenético y complejo, el proceso de desaceleración o suspensión de la imagen es un acto radicalizante que va en sentido contrario a las nociones de utilidad o productividad.
Ese es el remontar de la obra, y el de Guillermo. Los nuevos bríos con los que el artista se presenta a sí mismo, a su obra y al espacio, disociado de aquello que es predecible, y revelando una coreografía, un continuo proceso de negociación entre diversas entidades que se componen y recomponen en tanto las miramos, las rodeamos o las habitamos.
Humberto Moro