Guillermo Mora. Quiero no quiero. 2017.
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Guillermo Mora
Un puente donde quedarse
Del 28 de abril al 24 de julio de 2022
Sala Alcalá 31
“Los puentes se transitan, se caminan, se cruzan, pero pocos son los que se plantean quedarse en ellos, permanecer en su punto central, no estar a un lado ni al otro, sino en ellos mismos”.
Guillermo Mora
Un puente donde quedarse rompe las referencias espaciales y visuales, tanto del asiduo visitante de la Sala Alcalá 31, como las del espectador accidental. La majestuosidad institucional de la Sala Alcalá 31 reforzada hasta la fecha por el tránsito longitudinal a través del eje central de la planta basilical del edificio, responde a los cánones de arquitectura de la tradición occidental.
La Sala Alcalá 31 se recorre y experimenta a través de la obra de Guillermo Mora (Alcalá de Henares, 1980) como hasta ahora nunca se había hecho. Un puente donde quedarse desconcierta y fascina, conduce hacia nuevas vías de transitar, mirar, experimentar el espacio y la pintura.
Un fogonazo deslumbra al visitante. Color, pintura, luz y estructura arquitectónica sorprenden al espectador. Las referencias espaciales y recorridos habituales han desaparecido. Nuevas prácticas frente a las viejas normas.
Desde el comienzo de su carrera Guillermo Mora pone en cuestión el papel de la pintura como ventana contemplativa, cuyo supuesto fin ha sido durante siglos el de ilustrar y acercar el mundo al espectador. El artista cuestiona esta premisa e invita a reflexionar acerca del rol institucional que la pintura ha protagonizado históricamente, ocultando aquellas otras visiones e interpretaciones posibles. Un puente donde quedarse utiliza precisamente ese poder de narración y de cambio de la pintura, para provocar nuevas interpretaciones y perspectivas en este caso a través de la Sala Alcalá 31.
El universo cromático de Guillermo Mora, sus esquemas y asociaciones de color, se apropian de la arquitectura del edificio y la modifican a través de doce estructuras monumentales en forma de marco seccionado que diluyen las jerarquías espaciales del edificio, tendiendo puentes entre ambos lados y conectando el nivel principal con la primera planta. Un puente donde quedarse genera un efecto inmersivo, permitiendo que nuestro cuerpo penetre en la pintura. El tránsito por la sala a través de la instalación principal genera nuevos puntos de vista y fuga para redescubrir los últimos quince años de creación del artista.
La complejidad formal del lenguaje artístico de Guillermo Mora se recoge en esta exposición a través de una selección de cuarenta obras en un proyecto circular y total. Todas las piezas, desde la grandiosa instalación central hasta las delicadas obras de suelo, esquina, techo o pared, acercan lo micro a lo macro, lo íntimo a lo público, el lienzo a la arquitectura, el estudio del artista al espacio expositivo y conceden al color de la pintura una poderosa capacidad transformadora.
Los puentes que Mora establece entre la pintura, la escultura y la arquitectura, nos hacen comprender a su vez otro tipo de asociaciones entre disciplinas artísticas. Su trabajo no plantea dicotomías como “lo uno o lo otro”, sino asociaciones como lo pictórico en lo escultórico o viceversa, posicionando la pintura en el centro de ese puente.
Pia Ogea
Comisaria de la exposición